Dos conductoras se encontraron de frente por la misma calle y ambas querían que la otra se quitara del camino. Una se baja a reclamar y hasta suelta un manotazo; la otra mete reversa, pero la primera avanza su auto, cerrándole el paso, lo cual termina por sacar de sus casillas a la segunda conductora, quien decide darle su merecido.
Esto ocurrió en China, pero aquí la pregunta es: ¿por qué hasta la gente más tranquila se transforma detrás de un volante?
Según estudios científicos , cuando conducimos un auto mostramos nuestra verdadera personalidad, ya que nos proporciona anonimato y podemos sacamos todas aquellas emociones que no mostramos en otros ámbitos porque la cultura y la educación nos lo prohíben. Esto quiere decir que conducimos tal y como somos. Por otro lado, el vehículo nos puede hacer creer que somos superiores, sobre todo si conducimos un auto más lujoso; se vuelve un signo de prestigio y poder. Para muchos conductores, es más que un medio de transporte, es casi como un segundo hogar al convertirse en una extensión de nuestra personalidad. A esto agregue, la sensación de poder que no da el dominar a la máquina y que el camino por delante se convierta en nuestro espacio; no queremos compartirlo. Por todo esto, a la menor provocación nos sentimos agredidos y optamos por pelear o defendernos.